El petróleo seguirá siendo estratégico hasta 2050. Un nuevo equilibrio global emerge entre Estados Unidos, OPEP+ y Venezuela, con México en una posición cada vez más marginal.
Mercado que no desaparece, se transforma
Durante años, el debate energético global giró en torno a una pregunta central: ¿cuándo comenzará el declive definitivo del petróleo? Sin embargo, los escenarios más recientes indican que ese momento aún no llega. De acuerdo con el análisis de Ramses Pech, especialista en mercados energéticos (Grupo Caraiva – Grupo Pech Arquitectos), la demanda mundial de crudo podría mantenerse al alza hasta 2050 si las políticas energéticas actuales no cambian de fondo.
La ausencia de alternativas capaces de sustituir integralmente al petróleo —en transporte, petroquímica e industria pesada— mantiene su relevancia como eje del sistema energético global. Este contexto abre la puerta a un nuevo mercado petrolero a partir de 2026, con reglas distintas a las de la última década.
Estados Unidos y el fin del control de la OPEP+
Según Pech, la estrategia de la OPEP+ para influir en los precios mediante recortes coordinados perdió eficacia frente a un factor decisivo: el fortalecimiento energético de Estados Unidos. Tras décadas de dependencia externa, el país consolidó su autosuficiencia con el desarrollo del shale oil y hoy es el principal productor mundial de hidrocarburos.
Actualmente, Estados Unidos consume más de 9 millones de barriles diarios de gasolina y cerca de 4 millones de barriles diarios de diésel. Al mismo tiempo, exporta más de 3 millones de barriles diarios de crudo y derivados, mientras incrementa el procesamiento de crudo ligero (WTI) en sus refinerías.
De acuerdo con el análisis de Pech, esta capacidad productiva redujo el margen de maniobra de la OPEP+, cuyo objetivo original era contener la influencia estadounidense en la fijación del precio del barril.
Producción récord y precios a la baja
Las proyecciones indican que la producción estadounidense alcanzará alrededor de 13.5 millones de barriles diarios en 2026, impulsada principalmente por la Cuenca Pérmica, ubicada en Texas y Nuevo México. Este crecimiento presiona los precios internacionales.
Según Ramses Pech, el crudo WTI podría promediar 65 dólares por barril en 2025 y caer a 51 dólares en 2026, niveles inferiores a los observados en años recientes. Este escenario plantea dudas sobre la rentabilidad del shale, ya que la perforación de nuevos pozos requiere precios cercanos a 60–65 dólares por barril.
No obstante, los pozos ya existentes pueden operar con costos más bajos, lo que permite sostener la producción sin un impacto inmediato para la economía estadounidense.
El objetivo real: combustibles baratos
Para Estados Unidos, el reto no es producir más, sino mantener bajos los precios internos de los combustibles. De acuerdo con Ramses Pech, el país necesita asegurar crudo accesible para abastecer sus 132 refinerías, de las cuales cerca del 70% están diseñadas para procesar crudos pesados.
Aunque produce grandes volúmenes de crudo ligero, Estados Unidos aún importa entre 6 y 7 millones de barriles diarios, principalmente de Canadá. En este contexto, la estrategia es clara: exportar crudo ligero y garantizar un suministro estable de crudo pesado importado.
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Venezuela vuelve al tablero energético
Ante la reducción de exportaciones mexicanas de crudo pesado, Ramses Pech plantea un escenario clave: la reincorporación plena de Venezuela al mercado petrolero internacional. Un eventual cambio político o una flexibilización de sanciones permitiría a Estados Unidos acceder nuevamente al crudo pesado venezolano, ideal para las refinerías del Golfo.
Este movimiento tendría implicaciones geopolíticas mayores. Según el análisis de Ramses Pech, Venezuela podría convertirse en un aliado estratégico dentro de la OPEP, alineado con los intereses de Washington, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
¿Y México dónde queda?
México, al reducir su producción y mostrar desinterés en el mercado de exportación, pierde peso estratégico justo cuando el crudo pesado vuelve a ser un activo clave. De acuerdo con Pech, esta decisión obliga a Estados Unidos a buscar proveedores alternativos y reconfigura las alianzas energéticas en la región.
El nuevo mercado petrolero no elimina al petróleo; redefine quién manda, quién vende y quién queda fuera del tablero.
