
Desde el embarazo hasta la lactancia, nutrimentos como omega-3, colina y metilfolato son esenciales para el desarrollo del cerebro y la visión del bebé.
El vínculo invisible entre cerebro y retina
¿Sabías que la retina es la única parte del cerebro que puede observarse directamente desde el exterior? No es casualidad: se forma a partir del prosencéfalo, una región del cerebro embrionario, desde la cuarta semana de gestación y sigue madurando hasta un año después del nacimiento.
Esa conexión directa con el sistema nervioso central explica por qué una buena nutrición durante el embarazo y la lactancia impacta tanto en la salud visual y cognitiva del bebé. El nervio óptico transporta la información luminosa al cerebro, y para que ese sistema sea fuerte y eficiente, los nutrientes prenatales son clave.
Nutrientes esenciales para el desarrollo cerebral
De acuerdo con la nutrióloga Priscilla Soler, cofundadora de Holiherb, toda mujer que busca embarazo o ya está gestando debería incluir nutrimentos que favorezcan la formación cerebral y ocular del bebé. Entre ellos destacan:
- EPA (ácido eicosapentaenoico): Omega-3 marino presente en pescados grasos y algas, con efecto antiinflamatorio y beneficios para el corazón, el cerebro y los ojos.
- DHA (ácido docosahexaenoico): Otro omega-3 esencial para el sistema nervioso, presente en pescados de aguas frías y en la leche materna.
- Colina: Presente en verduras crucíferas, huevo, pollo y lácteos; apoya la memoria, el control muscular y la salud nerviosa.
- Metilfolato: Forma activa del ácido fólico, previene defectos del tubo neural, estructura precursora del cerebro y la médula espinal.
La lactancia: una extensión de la nutrición prenatal
El trabajo no termina con el parto. “Durante la lactancia, el bebé sigue dependiendo de la calidad de la dieta materna”, recuerda Soler. Por ello, se recomienda continuar con los suplementos prenatales durante todo el periodo de lactancia.
La Organización Mundial de la Salud sugiere seis meses de lactancia materna exclusiva, seguida de la introducción progresiva de alimentos sólidos, siempre bajo indicación pediátrica.