
La historia de una farmacéutica que confió en la ciencia, el cuidado humano y su propia fuerza para formar una familia.
Erin Barreto, doctora en Farmacia y en Filosofía, recuerda con emoción y honestidad el camino largo y lleno de incertidumbre que vivió junto a su esposo, Jason Barreto, para convertirse en mamá. Fueron casi siete años marcados por pérdidas, esperanza y resiliencia, hasta lograr formar su familia gracias a la fertilización in vitro (IVF) en Mayo Clinic, donde hoy también trabaja como farmacéutica.
“Fue un camino largo, con tropiezos en cada esquina. Cuando aparecían esos momentos de esperanza, había que aferrarse a ellos”, confiesa.
La pareja eligió Mayo Clinic por su prestigio, tasas de éxito y por un equipo humano comprometido. No se equivocaron: la clínica fue reconocida por tercer año consecutivo entre las 10 mejores de Estados Unidos en el ranking de Newsweek. En los últimos cinco años, este equipo ha contribuido al nacimiento de más de mil bebés.
Más que atención médica
Para Erin, el acompañamiento emocional fue tan crucial como los procedimientos médicos. Recuerda cómo pequeñas acciones, como usar un par especial de calcetas de lana con mensajes positivos en cada extracción de óvulos, la ayudaban a canalizar la esperanza. Pero sobre todo, fue el trato humano lo que marcó la diferencia.
Maria Lujero, enfermera del área, estuvo con ella durante su primer procedimiento, cuando el miedo la invadía. Chelsea Marquardt, entonces nueva en el equipo, la guió con paciencia en el manejo de los medicamentos.
“Yo también soy farmacéutica, pero en ese momento sólo quería ser paciente. Y ella me acompañó”, relata Erin.
Otra figura clave fue la doctora Ali Ainsworth, directora clínica del programa de fertilización in vitro. “Nos vio atravesar milagros y pérdidas. Nos conocía de verdad”, afirma Erin. La conexión fue tan significativa que incluso cuando llegaron las malas noticias, buscaron la manera más empática de recibirlas: Jay, su esposo, sería el primero en escucharlas y luego, con tacto, se las comunicaría a ella.
“Eso cambió todo. Fue un acto de compasión que transformó cómo vivimos el proceso”, explica.
El poder del cuidado integral
Además de los tratamientos médicos, Erin encontró consuelo en el programa Mind Body Fertility, liderado por Nicole Callahan, donde pudo compartir su experiencia con otras personas que atravesaban el mismo camino.
“Fue sanador poder apoyar a quienes apenas comenzaban su travesía. Ser fuente de esperanza también me ayudó a sanar”, asegura.
La recompensa esperada
Tras tres transferencias embrionarias, el momento llegó: primero nació Charlotte, en plena pandemia. Luego, tras nuevos desafíos, llegó Thomas, hoy un bebé de apenas cuatro meses.
“Charlotte lo llama su ‘baby guy’ y le dice ‘¡Hola, soy tu hermana mayor!’. Es mágico”, dice Erin entre sonrisas.
Hoy, la familia Barreto disfruta de lo cotidiano: risas, juegos de piso y tardes de rompecabezas. “Eso es lo que esperábamos. Y ha valido cada paso del camino.”