Ataque silencioso al esqueleto

La osteoporosis impacta a millones en el mundo, pero sigue sin ser detectada: conocer los riesgos y las opciones de prevención marca la diferencia.


La osteoporosis es una enfermedad crónica que debilita los huesos al reducir su densidad y alterar su microarquitectura. Esta condición pasa inadvertida porque con frecuencia no presenta síntomas hasta que se produce una fractura.
Según estimaciones globales, más de 500 millones de personas pueden estar afectadas sin haberse diagnosticado.
El desplazamiento demográfico hacia poblaciones de mayor edad, junto con factores de estilo de vida, hace que esta enfermedad deje de ser solo un problema de mujeres mayores y se convierta en un reto de salud pública amplio.


El alcance global de un problema creciente

Diversos estudios muestran la magnitud del reto:

  • A nivel mundial, una de cada tres mujeres y uno de cada cinco hombres mayores de 50 años sufrirán al menos una fractura por osteoporosis en el resto de su vida.
  • La prevalencia internacional muestra variaciones considerables: un meta-análisis reportó que la osteoporosis en adultos mayores tiene una prevalencia promedio alrededor del 21.7 % a nivel mundial.
  • Las proyecciones indican que para 2030-2034 podrían alcanzarse 263 millones de casos en todo el mundo.
  • Aunque los estudios exactos para México son menos uniformes, el envejecimiento poblacional y los factores de riesgo propios del país anticipan un desafío mayor a mediano plazo.

Factores de riesgo y barreras en el diagnóstico

La osteoporosis está asociada con múltiples factores:

  • En mujeres, la caída de los niveles de estrógeno tras la menopausia acelera la pérdida ósea.
  • En ambos sexos, la edad avanzada, antecedentes familiares de fracturas, bajo consumo de calcio, sedentarismo, tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, uso prolongado de corticoesteroides, y enfermedades endocrinas o tiroideas aumentan el riesgo.
  • Uno de los retos: muchas personas no saben que tienen la enfermedad hasta que ocurre una fractura —una señal tardía. Más del 80 % de quienes sufren una fractura osteoporótica no reciben diagnóstico ni tratamiento adecuados.
  • Las pruebas de densidad mineral ósea (por ejemplo, densitometría) permiten detectar la fragilidad ósea antes de la primera fractura. Pero el acceso, la concienciación y la priorización aún tienen cuellos de botella.

Prevención y tratamiento: lo que sí se puede hacer

Aunque no se elimina completamente el riesgo, la osteoporosis puede gestionarse eficazmente:

  • Hábitos saludables: mantener una dieta rica en calcio y vitamina D, realizar ejercicio con carga moderada (como caminar, subir escaleras o hacer entrenamiento de fuerza ligera), evitar el tabaco y moderar el consumo de alcohol.
  • Diagnóstico oportuno: personas mayores de 50 años o con factores de riesgo deberían consultar a su médico sobre la realización de una densitometría para evaluar la salud ósea.
  • Tratamientos farmacológicos: existen medicamentos que reducen el ritmo de pérdida ósea, aumentan la masa ósea y disminuyen el riesgo de fracturas de cadera, columna y otras localizaciones. Algunos estudios reportan reducciones de hasta el 68 % en fracturas no vertebrales con ciertos fármacos.
  • Prevención de fracturas secundarias: una vez ocurrida una fractura por fragilidad, es clave que exista un seguimiento para evitar la siguiente. La implementación de unidades especializadas de coordinación de fracturas (UCF o FLS) ha demostrado eficacia al reducir nuevas fracturas y mejorar resultados clínicos.

Qué ocurre en México y qué podemos hacer desde lo individual

En el contexto nacional, aunque los estudios varían por región, se identifican señales de alerta:

  • La población mexicana mayor de 50 años está en riesgo creciente debido al envejecimiento demográfico.
  • Para cualquier persona mayor de 50 años, o con antecedentes como menopausia, uso prolongado de corticoides o antecedentes familiares de osteoporosis, es recomendable:
    1. Consultar al médico para evaluar el riesgo óseo.
    2. Explorar la posibilidad de una densitometría ósea.
    3. Adoptar hábitos de vida que fortalezcan el esqueleto.
    4. Dar seguimiento a lesiones o fracturas aparentemente “mínimas”: en la osteoporosis, incluso un golpe leve puede desencadenar una fractura que advierte un riesgo mayor.

La unión de acciones personales, políticas de salud pública y cultura de prevención puede cambiar la historia de esta enfermedad que, muchas veces, avanza en silencio.


Conclusión

La osteoporosis no es un problema exclusivo de una edad o un género: es un asunto de salud que afecta a sociedades enteras a medida que viven más años. La clave está en reconocer que los huesos también envejecen y requieren atención, en vez de esperar a que una fractura marque el punto de inflexión. Cambiar la narrativa —de “es cosa de viejos” a “esto me puede pasar a mí”— hará la diferencia.