
Treinta años después de su partida, la fantasía de Michael Ende sigue inspirando a generaciones.
El creador de mundos infinitos

Hace tres décadas el mundo perdió a Michael Ende (1929–1995), pero sus universos siguen vivos en millones de lectores. Con obras inmortales como Momo y La historia interminable, transformó la literatura infantil y juvenil del siglo XX.
Hijo del pintor surrealista Edgar Ende, creció entre pinceles y símbolos oníricos. Durante la Segunda Guerra Mundial desertó del ejército nazi y se unió a la resistencia antifascista, un hecho que marcaría su visión crítica del poder y del tiempo. Aunque soñó con ser dramaturgo, fue en la fantasía donde encontró su voz más poderosa.
El camino hacia la eternidad literaria
Su primera gran obra, Jim Botón y Lucas el maquinista (1962), abrió las puertas a su estilo inconfundible. Pero fue con Momo (1973) y La historia interminable (1979, adaptada al cine en 1984) cuando alcanzó fama mundial. Hoy sus libros se leen en más de 40 idiomas y forman parte de la memoria colectiva de generaciones enteras.
Además de novelas juveniles, Ende escribió teatro, poesía y ensayos, siempre con un sello cargado de imaginación y surrealismo. Falleció en Stuttgart en 1995, dejando un legado que recuerda a sus lectores que toda historia merece ser contada.
Momo: la niña contra los ladrones de tiempo
Momo es una niña con un don extraordinario: escuchar. Su sola presencia hace sentir mejor a cualquiera, hasta que aparecen los temidos hombres grises, decididos a robar el tiempo de la gente. Con la ayuda de la tortuga Casiopea y del Maestro Hora, se enfrentará a ellos en una aventura que sigue emocionando a lectores de todas las edades.
La historia interminable: un viaje sin regreso
En La historia interminable, la Emperatriz Infantil agoniza y su reino, Fantasía, está en peligro. Sólo un ser humano puede salvarlo: Bastian, un niño tímido que se sumerge en un libro mágico. Con Atreyu, el guerrero piel verde, emprende un viaje por tierras de dragones, gigantes y magia. Más allá de la fantasía, Bastian descubre los misterios de su propio corazón.
Treinta años después, Michael Ende sigue recordándonos que los libros no terminan mientras alguien los lea.