Pista clave sobre el Tourette

Nuevo estudio revela que las personas con Tourette tienen 50% menos células cerebrales que frenan movimientos. El hallazgo abre puertas para tratar mejor el trastorno.

El síndrome de Tourette es un trastorno que suele comenzar en la infancia y se manifiesta con movimientos o sonidos que la persona no puede controlar, como parpadeos rápidos, muecas en la cara o ruidos como carraspeos o gruñidos. Estos gestos —llamados tics— no son voluntarios y pueden aparecer muchas veces al día, lo que puede generar incomodidad, burlas o dificultades en la escuela. Aunque no es una enfermedad contagiosa ni peligrosa, sí puede afectar la calidad de vida de quienes la padecen. Ahora, un estudio de la Mayo Clinic ha encontrado una posible causa de estos tics en el cerebro, lo que podría ayudar a mejorar la forma en que se diagnostica y trata este trastorno.

La investigación, publicada en la revista Biological Psychiatry, analizó más de 43 mil células cerebrales de personas con y sin Tourette. El equipo encontró una diferencia muy importante: quienes tienen el trastorno presentan hasta 50% menos de un tipo de célula llamada “interneurona”, que funciona como un freno natural en el cerebro, ayudando a controlar los movimientos.

“Esta reducción podría explicar por qué los impulsos motores no se detienen, lo que da lugar a los tics”, explicó Alexej Abyzov, Ph.D., uno de los científicos del estudio.

Este descubrimiento es muy relevante porque el Tourette ha sido, hasta ahora, difícil de entender. Se sabía que podía tener un componente genético, pero no estaba claro qué pasaba exactamente en el cerebro. Con esta nueva información, los expertos esperan que en el futuro se puedan ofrecer mejores tratamientos y, quizá, detectar el problema más temprano.

Además del hallazgo sobre las interneuronas, los investigadores encontraron señales de estrés en otras partes del cerebro. Por ejemplo, vieron que las neuronas encargadas de enviar señales de movimiento tenían menos energía, y que otras células —las microglías, que ayudan a proteger el cerebro— mostraban señales de inflamación. Esto sugiere que no es un solo tipo de célula el que está afectado, sino que varias podrían estar involucradas y comunicándose entre sí de forma anormal.

“Estamos viendo diferentes tipos de células reaccionando al estrés y posiblemente provocando juntas los síntomas del Tourette”, dijo Yifan Wang, Ph.D., otro de los científicos del equipo.

Otro punto interesante es que los pacientes con Tourette no tienen genes dañados, sino que la forma en que se activan y coordinan esos genes está desorganizada. Como explicó Abyzov, “tienen los mismos genes funcionales que cualquier otra persona, pero la coordinación entre ellos está rota”.

Este estudio, realizado en conjunto con la Universidad de Yale, es uno de los más detallados que se han hecho hasta ahora y abre muchas posibilidades. Los siguientes pasos serán estudiar cómo se desarrollan estos cambios a lo largo del tiempo y qué factores genéticos o ambientales pueden influir.

Para las familias que viven con Tourette, este tipo de avances significa esperanza. Esperanza de tener mejores tratamientos, menos estigmas y una vida más tranquila. Entender cómo funciona el cerebro es también una forma de acompañar mejor a quienes viven con este trastorno todos los días.