Encuesta de OCC: 39% dice que la falta de recursos es el principal freno para cumplir objetivos laborales; la capacitación se vuelve la ruta más común.
El freno más repetido: “no me alcanza”
Cerrar el año suele traer una lista de propósitos laborales: buscar un ascenso, cambiar de área, mejorar el sueldo, certificar una habilidad o, de plano, emprender. Pero el entusiasmo rara vez sobrevive al primer trimestre. Un sondeo reciente de OCC pone números a ese choque con la realidad: 39% de las personas encuestadas afirma que no cumple sus objetivos por falta de recursos, el obstáculo más citado entre 1,226 participantes.
En otras palabras, el problema no es sólo de ganas. Es de “con qué”: dinero para cursos, tiempo para estudiar, acceso a herramientas, o incluso margen para decirle que no a jornadas que consumen el día.
Tiempo y claridad: los otros dos “candados”
La encuesta también dibuja un retrato más amplio del bloqueo. 20% atribuye sus tropiezos a la falta de tiempo, una respuesta que encaja con rutinas largas, traslados y dobles jornadas (trabajo remunerado más trabajo doméstico). Otro 25% reconoce un obstáculo menos visible: no tener claridad en sus objetivos.
Ese dato importa porque, cuando la meta se ve borrosa, se vuelve fácil posponerla. Y cuando se pospone, la frustración crece: el propósito se queda en “quiero algo mejor”, sin plan, sin fechas y sin una idea concreta de qué habilidad o experiencia hace falta para avanzar.
Una paradoja: casi todos se preparan… aunque el freno siga ahí
Aun con las barreras, la mayoría no se queda quieta. El mismo ejercicio de OCC reporta que 9 de cada 10 ya hace algo para acercarse a sus metas. Las estrategias más comunes revelan por dónde se está moviendo el mercado laboral:
- 42% toma cursos y talleres.
- 33% aprende a usar nuevas herramientas.
- 15% trabaja su marca personal.
- 10% no está haciendo nada.
El dato deja una lectura doble: por un lado, hay intención y acción; por el otro, la preparación ocurre muchas veces “a pulso”, con lo que se tiene a la mano. Cuando el principal freno es la falta de recursos, capacitarse puede convertirse en un lujo o en una inversión que tarda en pagarse.
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El fondo del asunto: habilidades que caducan más rápido
El problema de recursos se cruza con una realidad global: las habilidades cambian a velocidad alta. Reportes internacionales sobre empleo han advertido que una parte importante de las competencias actuales se transformará en los próximos años por automatización, digitalización y nuevas formas de organización del trabajo. Eso significa que “ponerse al día” ya no es un episodio ocasional: es un proceso continuo.
En ese contexto, la falta de recursos pega doble. No sólo frena una meta puntual (por ejemplo, terminar un diplomado). También limita la capacidad de adaptación en un mercado donde aprender se volvió requisito permanente.
¿Qué pueden hacer empresas y trabajadores con este diagnóstico?
El sondeo apunta a un mensaje incómodo para el mundo laboral: pedir “proactividad” sin dar condiciones termina siendo una receta para el desgaste. Si casi 4 de cada 10 se estancan por falta de recursos, la conversación deja de ser motivacional y pasa a ser práctica.
En las empresas, el hallazgo sugiere tres focos:
- Capacitación accesible y medible: no como premio, sino como parte del trabajo.
- Herramientas y tiempo asignado: aprender “después de la jornada” suele condenar el plan.
- Objetivos claros y rutas internas: promociones y cambios de rol con criterios visibles.
Del lado de los trabajadores, el dato de “falta de claridad” también abre una ruta: convertir el propósito en un plan pequeño, verificable y realista. A veces el objetivo no falla por ambición, sino por ausencia de mapa: qué rol quiero, qué piden ahí, qué me falta y cuál es el siguiente paso alcanzable en 30 días.
Al final, la encuesta deja una fotografía nítida: la mayoría quiere moverse y ya se está preparando, pero la falta de recursos —dinero, herramientas o tiempo— sigue siendo el muro más alto.
