Indisciplinado, parrandero, desorganizado, mujeriego, impuntual, pero inteligentísimo, alegre, simpático, bondadoso, generoso y muy trabajador y profesional. Así era Tin Tan.
Esta página dedicada al mejor cómico que ha dado el cine mexicano, sin ofender a los ausentes, fue publicada por primera vez en Internet en octubre de 1996. Dejaba en claro que la intención de este divertido trabajo es de difusión cultural. Es justo y necesario difundir entre los nuevos y los viejos Tintanófilos la vida y obra del genial comediante que fue Germán Valdés, Tin Tan, quien en la vida real llevaba el kilométrico nombre de Germán Genaro Cipriano Gómez Valdés de Castillo. Nacido en una fecha que hoy nos trae amargos recuerdos, 19 de septiembre, pero de 1915, falleció el 29 de junio 1973.
Nunca se ha precisado si, como ha dicho, Germán Valdés Tintán nació en el puerto yucateco de Progreso, en la capital de la República o en Ciudad Juárez, Chihuahua. Una de las versiones afirma que nació en México, D.F. el 19 de septiembre de 1915. Fue en la capital donde realizó sus estudios primarios.
Cuando él tenía 12 años, su familia se estableció en Ciudad Juárez y Germán estudió hasta la secundaria. En 1934, antes de cumplir los 20 años entró a trabajar de mozo en la radiodifusora XEJ. Poco después actuaba en un programa llamado El barco de la ilusión, donde trabajaba como locutor y hacía el papel del marinero Tobías.
Virtudes y defectos
Gilberto Martínez Solares, el director de cine con quien el cómico tuvo más libertad para improvisar,me platicó en una entrevista que cierta vez Germán no llegó al estudio donde filmaba una película. “Por un amigo supimos que se le había ocurrido irse a Londres con la Chula Prieto, una bella estrellita, a ver la clausura de la Olimpiada de 1948 en la que Humberto Mariles y el equipo ecuestre de México ganaron medallas de oro. Cuando regresó, me encontró a la puerta de los estudios y me dijo:
–Don Gil, no sabe qué pena tengo, pero fíjese que cuando salía de la casa, al despedirme de Rosita (Rosalía Julián, una de las hermanas Julián, cantantes, con la que estaba casado. Su hermano Ramón —el famoso don Ramón de El chavo del 8— se casó con la otra hermana) me dio un beso tan apasionado que me regresé y me quedé con ella dos días en la cama…
El productor, que nos escuchaba –sigue relatando Martínez Solares–, le lanzó una fría mirada de reproche ante tanto cinismo, pero Germán, sin inmutarse, le mentó la madre y se metió al foro”.
Eran sus años dorados. El cine mexicano contaba con actores como Pedro Infante, Jorge Negrete, y productores como Felipe Mier podían darse el lujo de enviar circulares a los países latinoamericanos anunciando que estaba por filmarse otra película de Tin Tan. Se hacía una sinopsis y se listaba el reparto, para a continuación ofrecer la exclusiva a alguna compañía de cada país e invitarla a enviar entre 25,000 y 30,000 dólares para financiar la cinta. Así, recordaba Martínez Solares, se reunían cantidades impresionantes de dinero: entre 800,000 y un millón de dólares. Se gastaban 300,000 en una película y el resto era ganancia, aún antes de exhibirla.
Cuando se enviaban las copias de la cinta a los países participantes, se recibían de regreso muchos dólares más. Hasta 100,000 dólares en un año. Por eso Tin Tan podía darse esos lujos, como hacer viajes repentinos a Europa y además comprar cada año un Cadillac o irse los fines de semana al puerto de Acapulco a pasear en su yate, el Tintavento, nombre que llevaron 3 embarcaciones que tuvieron final de película: una se quemó, la segunda se estrelló durante un huracán contra el kiosco del zócalo acapulqueño y la tercera se hundió en el muelle de Icacos.
Gasolina al fuego
Cuando se empezó a quemar el primer Tintavento, Germán, medio dormido, tomó una cubeta y lanzó el contenido contra las llamas. El líquido era gasolina que salpicó el brazo del improvisado bombero, quien, desesperado, corrió por la cubierta con la extremidad convertida en antorcha hasta que se arrojó al agua. Allí lo alcanzó su esposa; quien se encontraba en el yate; ambos treparon a un bote salvavidas y él, pese al dolor, empezó a remar con todas sus fuerzas para alejarse del fuego. Largos minutos después descubrió que no avanzaba, pues la lancha se mantenía atada al yate. Para su fortuna la cuerda se quemó y al fin pudo enfilar hacia la orilla.
Cuando se construyó en la XEJ el primer teatro estudio para radiodifusión, ésta radiodifusora se convirtió en el centro de presentación de varias compañías teatrales. Una de ellas era la de Jorge Maulmer y su medio hermano Edmundo Hernández Gijón, conocido artísticamente como Paco Miller, el ventrílocuo creador del muñeco Don Roque.
A Germán, a quien por haberse dejado la barba apodaban “la chiva”, le gustaba imitar al músico poeta Agustín Lara. En una ocasión le ordenaron que probara un micrófono recién reparado y se puso a imitar a Lara.
“Lo hacía tan bien, que creyeron que se trataba de un disco”, le gustaba contar a Germán. Entonces la dieron la oportunidad de seguir imitando al “Flaco de oro” en un programa que se llamó Tintín Laralá, en el que hacía parodias de las canciones del compositor e imitaba a otros artistas de la época.
Nace un “Pachuco”
A los 23 años Germán Valdés se casó por segunda vez, con Magdalena Martínez, allá en Ciudad Juárez. Con ella tuvo un par de hijos. En ese entonces, hacia 1938, el dueño de la estación de radio, Pedro Meneses, decidió crear un personaje, Topillo Tapas, para presentar al mexicano del otro lado de la frontera.
–Le compré —cuenta Meneses— un traje de esos que los negros de Chicago llamaban Zoot Suit, una moda que consistía en llevarle la contraria a los consejos de economía de Roosevelt: un absurdo atuendo en el que todo es enormemente amplio y largo; el saco, los pantalones, la corbata, el sombrero luciendo una descomunal pluma, los zapatos y la cadena que describe un anchísimo arco sobre el lado derecho del pantalón. Así nació El pachuco.
En una de sus visitas a Ciudad Juárez la compañía llegó sin Donato, su cómico de planta, quien había sido detenido en El Paso por posesión de marihuana. Topillo Tapas sustituyó a Donato durante las presentaciones y tuvo tanto éxito que Miller decidió incorporarlo a su grupo.
La compañía viajó a San Francisco y Los Ángeles y realizó una gira por la costa mexicana del Pacífico y luego por el centro del país, donde Valdés debió cambiar su nombre de batalla, pues había ya una pareja conocida como Planillas y Topillos. Para evitar una demanda legal se pusieron a buscar un nombre. Germán contó en una entrevista a un reportero de la extinta revista Contenido el origen de su nombre: “Cuando me inicié como cómico no me llamaba Tin Tan, sino Topillo Tapas. En el mismo año de 1943 anduve de gira por el interior de la república con el empresario Jorge Mualme. Todo iba muy bien, excepto dos cosas: el nombre Topillo Tapas no pegaba y un argentino, llamado Alfredo Landón, quien actuaba con unos enanos acróbatas, a cada momento me decía “Che, ¡pero quién ha dicho que vos sos cómico, vos sos un payaso!”.
–¡Suéltame, Marcelo, –decía Germán exaltado a su pareja cómica, Marcelo Chávez–, suéltame! A éste le rompo la nariz!
–Cálmate, hombre! me contenía Marcelo”.
“Después de unos días solucionamos los dos problemas. Jorge Mualme me dijo: No te preocupes por el nombre. Voy a pensar uno que suene bien. En Aguascalientes te voy a dar la sorpresa. ¡Y vaya si fue sorpresa! Cuando vi en un cartel el nuevo nombre casi me fui de espaldas. No me gustó nada. Lo peor fue cuando todos mis compañeros me miraron muertos de risa. ¡Tin Tan! ¡Hasta las campanas de la iglesia me parecían odiosas cuando me lo recordaban!
–No te preocupes, me dijo Jorge Mualme–, el nombre es bueno. Mira, en Sudamérica hubo hace poco un cómico con ese nombre y se hizo famoso. Sólo que en Ecuador hablaba mal de Perú, y en Perú echaba pestes contra Ecuador. Hasta que un día descubrieron su juego y casi lo matan. Me convenció. Desde entonces soy Tin Tan, y no me arrepiento. En cuanto al argentino, un par de bromas bastaron para calmarlo.
La venganza es dulce… y divertida
Landón, el argentino que molestaba a Germán, acostumbraba dejar cerca del foro las pantuflas con que aparecía en escena. Salía de su camerino y de paso se las ponía. Así que lo único que hicimos. Contaba Germán, fue clavarlas en el piso y gritar: –¡Che, corre, sales a escena! Entonces Landón salíó disparado, sus pies entraron limpiamente en las pantuflas y ¡Cataplum! Tuvimos que rescatarlo de un agujero que hizo en la escenografía. Pero eso no fue todo. En Torreón, Marcelo insertó un anuncio en el periódico local El Siglo. Le costó dos pesos 40 centavos, y decía: “Compro toda clase de animales domésticos a buen precio. Ver a Alfredo Landón, domicilio…”.
“Al día siguiente desde las seis de la mañana despertaron al argentino para ofrecerle gatos, perros, pájaros, etcétera. El desfile prosiguió el resto del día. Claro, el Che desde entonces nos tuvo pavor”, recordaba Germán muerto de risa.
El nuevo as
El primero de noviembre de 1943 se anunció en los periódicos de la capital la compañía de Maulmer y Miller, en la que figuraban Agustín Lara, Miguelito Valdés, la Panchita, Tata Nacho, Mercedes Caraza, Los Calaveras, María Victoria, Meche Barba y Tin Tan, “el cómico que no se parece a nadie, nuevo as del teatro en México”. Su sueldo era entonces de 40 pesos diarios. El día 5 se inició la temporada en el teatro Esperanza Iris y el 12 del mismo mes se incorporó al elenco Mario Moreno Cantinflas, lo que permitió subir las entradas. El 22, Valdés empezó a trabajar en la XEW, un programa llamado Bocadillos de buen humor. El 12 de diciembre, al terminar la temporada en el teatro Iris, de inmediato fue contratado para presentarse en el teatro Follies y luego en El Patio, el centro nocturno más importante de los años 40.
Guata titara tira tau
Sobre cómo conoció a Marcelo, Tin Tan contaba: “Por 1943 trabajaba en la XEJ de Ciudad Juárez como locutor, cancionista, maestro de ceremonias, escritor de scripts, operador, mecánico, barrendero, etc. Fue entonces que pasó el empresario Paco Miller y contrató a Germán para ir con otros artistas a California. En el grupo iba Marcelo, con quien incidentalmente se unió para formar un número cómico. “De regreso a México debíamos actuar en Nogales. Hasta entonces nuestro número consistía en hacer bromas y chistes, pero en el tren Marcelo y yo ensayamos varias canciones, entre ellas la célebre Guata Titara tira tau. Cuando estuvimos frente al público de Nogales le dije a Marcelo:
–¡Qué pasó, carnal, la cantamos?
–¡La cantamos!, respondió. Y nos la echamos. “Al terminar escuchamos un aplauso fuerte y prolongado. Marcelo me miró, y yo lo miré a él. Los dos miramos hacia atrás, buscando a quién aplaudía el público con tanto entusiasmo… ¡Era a nosotros a quien aplaudían! Tres veces cantamos, y desde entonces hemos seguido cantando. Después vinieron tonadas como Yo estoy triste, El Pachuco y otras”.
Cayendo parados
En diciembre de 1964, la revista Contenido publicaba en su sección Experiencias Imborrables una entrevista con los hermanos Valdés, Germán (Tin Tan) y Manuel (El Loco). El artículo se llamó Locuras que si hacen ruido, y en ella Tin Tan contó las siguientes anécdotas:
En 1963 Tin Tan y Marcelo efectuaban una gira por Costa Rica. Se presentaron en el teatro de San José ante un lleno completo. El dueto salió una vez y actuó; el público rió y aplaudió. La siguiente vez sonaron castañuelas, taconazos, oles y música española. Tin Tan bailaba como endemoniado una jota. El carnal Marcelo rasgaba como loco su guitarra. Tin Tan saltó, dio un zapatazo y …¡Zaz!, que se hunde el piso. La trampa del foro, vieja e invadida de polillas, no aguantó el salto del cómico mexicano.
–Dame la mano, dijo Marcelo sin soltar su guitarra.
– No puedo, ¿No ves que me voy al fondo?, respondió Tin Tan, sostenido con los codos. Abajo, todo era negro. En el fondo había agua y trozos de hierro. Una angustia mortal lo invadió, pero logró dominarse y de un salto salió del agujero. El público no se perdía del espectáculo y, parados en los asientos, todos contemplaban la escena sobresaltados. Pálido, Tin Tan se incorporó con ayuda del no menos asustado Marcelo. Entonces alguien que se encontraba entre el público gritó:
–¡Otra vez, Tin Tan!, ¡Yo no te vi! Todos soltaron una carcajada, y a pesar de que tenía un terrible raspón en la espalda, Tin Tan se puso de nuevo a hacer bromas. Al día siguiente, después de tomarle varias radiografías, un médico comprobó que el comediante no tenía ninguna lesión.
Entonces, dijo al reportero “reí con más ganas, aunque en el fondo se decía que sí eso le hubiese sucedido en los Estados Unidos, les hubiera puesto una demanda por 50,000 dólares”. En otra ocasión, allá por 1943, Tin Tan cantaba en el cine Alameda, de Guadalajara, cuando Marcelo le dijo: Fíjate en la chamaca que está en primera fila. ¡Cielo santo! Una señora tan gorda que casi no cabía en la butaca seguía el ritmo y cantaba al unísono con el dueto de comediantes. Eso no era lo raro. Lo alarmante es que sobre las piernas de la mujer dormía un bebé que a cada rítmico movimiento de la dama estaba a punto de caer sin que ésta se diera cuenta. “Yo seguía cantando. El público daba palmetazos. La señora se estremecía como gelatina, el niño parecía se caía… No pude más y le dije:
–¡Cuidado, señora, se cae su niño!– El público se quedó perplejo, pero al momento estalló en carcajadas.
La época de oro
En 1948 empezó a dirigirlo Gilberto Martínez Solares, con quien hizo Calabacitas tiernas, cinta en la que también actuaron Rosita Quintana, el Che Reyes y el Carnal Marcelo, su patiño desde varios años antes. De la relación entre Martínez Solares y Tin Tan, el crítico e historiador de cine Emilio García Riera dijo que al encontrarse por primera vez, fue “como si el primero llevara al segundo a una parranda que ambos hubieran deseado mucho tiempo atrás”. De ahí que Calabacitas tiernas tenga “el ritmo que le impone la euforia tintanesca y una desbordante gracia que se expresa con toda libertad”. Es, agregó García Riera, “la gracia de quien se sabe en estado de gracia entre tanta gente dispuesta a divertirse, también sin sentirse limitada por consideraciones de buen gusto o sentido común.”
Para el crítico, el éxito de Germán Valdés se debe al que “fue el primero que gozó de verdad en el universo propuesto por el género, mismo en el que tantos cómicos y cantantes solían mostrarse rutinarios y aburridos”. Lejos de la rigidez que le impusiera Humberto Gómez Landero, con Martínez Solares el cómico disfrutó de una gran libertad interpretativa, la que exhibió en Soy charro de levita, No me defiendas compadre, Simbad el mareado y El rey del barrio, en la que brilló el talento de Juan García, El Peralvillo, un guionista con muy buen oído para el habla popular. Entre 1949 y 1952, los años de la mejor época, Tin Tan actuó en 17 películas. Además de Martínez Solares, fue dirigido por Ismael Rodríguez en Mátenme porque me muero (1951) y por Rafael Baledón en Isla de mujeres (1952). Desempeñó papeles especiales en Cuando las mujeres mandan, filme cubano de José González Prieto, Mi campeón, de Chano Urueta, y También de dolor se canta, de René Cardona, cinta en la que sostuvo un picante diálogo salpicado de caló y tatacha con Pedro Infante.
Cine en tatacha
Precisamente en El Patio lo vio el cineasta René Cardona, quien estaba filmando la película Hotel de verano, y ofreció al cómico 350 pesos por hacer una escena en la que, ante el asombro y la curiosidad real de los actores, sostenía un diálogo en tatacha, el lenguaje de los pachucos. Así se inició la carrera cinematográfica del que fuera, después de Cantinflas, el cómico más popular del cine mexicano. No fue sino hasta 1945 cuando hizo su primer papel estelar, en El hijo desobediente, de Humberto Gómez Landero, quien lo dirigió también en Con la música por dentro (1946), El niño perdido (1947) y Músico, poeta y loco (1947). En esa época, asociado con Carlos V. Salazar y Antonio Fuentes, fundó la empresa Tin Tan Films, S. de R. L.
El lenguaje Tintanesco, que de inmediato ganó la simpatía del público, fue objeto de críticas severas, como la publicada en el diario Novedades por José Vasconcelos el 4 de junio de 1944, un ataque contra el “pochismo lingüístico” de “espectáculos mediocres, cuando no vulgares”. “Las buenas escuelas primarias de Nuevo Laredo y Coahuila –escribió el llamado Maestro de la Juventud– y el esfuerzo de patriotas ilustrados han logrado contener el abuso de la jerigonza tintanesca. ¡Pero ahora ocurre que es la capital la que fomenta, aplaude y disfruta el pochismo!” Salvador Novo, de mejor humor, respondió el 20 de junio en el mismo periódico:
“Los deturpadores de Tin Tan yerran el tiro. El buen señor es un efecto, no una causa, de una corrupción más grave que la simplemente lingüística. Nos molesta porque mientras Cantinflas es la subconsciencia de México, Tin Tan es su incómoda conciencia”.
Libertades
Pese a que a lo largo de su carrera firmó varios contratos de exclusividad, las compañías le permitían libertades como la de actuar en papeles especiales para otras empresas, abandonar sin explicación el rodaje o salirse del set para fumar marihuana. Generoso como era, no podía negar los préstamos que le solicitaban sus amigos y los vividores que lo rodeaban. Poco sensato para gastar, adquirió varios cabarets que iban a la quiebra en cuanto él dejaba de actuar en ellos. Además de Manuel El Loco Valdés, Don Ramón y El Ratón Valdés, Tin Tan tuvo otro hermano, Rafael, gerente de una sucursal bancaria que manejaba las cuentas del cómico.
Con pena y sin gloria
Las esposas fueron 3: Magdalena Martínez, con la que tuvo 2 hijos; Micaela Vargas, madre de otro par, y Rosalía Julián, una de las hermanas Julián, viuda en 1973, con 2 niños más. A partir de 1953 comenzó una decadencia que se prolongaría a lo largo de los siguientes 20 años. Valdés aceptaba cuanto papel le proponían y llegó a darse el caso de que se estrenaran simultáneamente 5 “churros” suyos, a cual más detestable. En la década de los 70, ya en completa decadencia, aceptó hasta papeles secundarios.
Así apareció como Tsekub en la serie Chanoc, en la que ni la dirección de Gilberto Martínez Solares lo salvó. En la misma época participó en un bodrio llamado El increíble profesor Zovek, de René Cardona, quien también lo dirigió en La disputa y Noche de muerte, películas que se proyectaron con pena y sin gloria, como evidencia de que los días de grandeza de Tin Tan habían quedado muy atrás. El 29 de junio de 1973 el cómico falleció. Con su muerte iba a iniciarse una justa revaloración de la crítica y un culto que se oficia por televisión para deleite de los Tintanómanos, enfrentados con regocijo a la “incómoda conciencia” de México que advirtió Salvador Novo.