La economía mexicana se acelera con el nearshoring y las remesas, pero sistemas clásicos de pagos podrían estar frenando su impulso.
Motor económico en marcha
La economía mexicana muestra varios frentes de dinamismo. Por un lado, las exportaciones están repuntando gracias al fenómeno de nearshoring, y por otro las remesas provenientes del extranjero alcanzaron máximos históricos. Sin embargo, mientras merchandise, capital humano y divisas fluyen hacia el país, el sistema de pagos todavía opera en buena parte sobre redes construidas hace décadas, lo que genera comisiones elevadas y tiempos de espera que entorpecen la velocidad con que el dinero realmente llega al terreno empresarial y social.
El auge de las exportaciones y su desafío
El traslado de cadenas de producción hacia México —lo que se conoce como nearshoring— ha captado atención como oportunidad clave. Expertos estiman que podría añadir decenas de miles de millones de dólares en exportaciones adicionales para la región latinoamericana, buena parte de los cuales podrían beneficiarse a México.
Sin embargo, los análisis también advierten que el crecimiento no se explica únicamente por nuevos proyectos, sino en buena medida por la desviación de flujos desde China hacia mercados norteamericanos, lo que plantea interrogantes sobre la sostenibilidad del auge.
En términos concretos, los envíos de bienes mexicanos al mundo crecieron 2.6 % en 2023 respecto al año anterior, según desagregaciones de manufactura y exportaciones no petroleras.
Este escenario define una gran oportunidad: empresas, emprendedores y proveedores mexicanos podrían insertarse en cadenas globales más robustas, pero dependerá de que el entorno (infraestructura, normatividad, financiamiento) esté preparado para moverse rápido.
El poder de las remesas como palanca
Otro pilar clave del flujo de capital hacia México son las remesas. En 2023, el país registró aproximadamente 63 313 millones de dólares en ingresos por ese concepto, con un crecimiento de 7.6 % respecto a 2022.
Para 2024, la cifra ascendió a cerca de 64 745 millones de dólares, consolidando un récord histórico y más de una década de aumento continuo.
Estas remesas representan más que una cifra: son combustible para pequeñas empresas, operaciones cotidianas y consumo en segmentos que tradicionalmente han tenido menor acceso a crédito formal. En un país con fuerte espíritu emprendedor, este flujo es un multiplicador de oportunidades.
Las fricciones del sistema de pagos
Pese a estos vientos a favor, persiste un cuello de botella estructural: las vías de pagos –tanto de remesas como de capital de exportación o financiamiento de proveedores– se rigen en muchos casos por redes bancarias y corresponsales diseñadas en otro siglo. Esas redes conllevan comisiones de entre 1 % y 3 % por transacción y, lo que agrava, varios días de espera para que el dinero quede disponible. Se trata de capital que “está congelado” cuando podría emplearse en salarios, expansión, compra de insumos o inversión de impacto.
En un mundo donde la información se mueve en milisegundos, el dinero debe seguir el mismo ritmo. Cuando la velocidad de pago se retrasa, la oportunidad de crecimiento también se retrasa.
Tecnología, liquidez y nuevos modelos
Aquí es donde entran en escena plataformas de pagos transfronterizos que prometen abrir camino para la siguiente generación de empresas mexicanas. Al reducir intermediarios y automatizar liquidez, se busca reducir costos, acelerar la disponibilidad del capital y permitir que emprendedores y proveedores actúen con la agilidad que exige la economía global.
Este tipo de innovaciones plantean una transformación en la que la moneda —en este caso el peso mexicano— se negocia con más fluidez, los pagos se liquidan en horas en lugar de días, y los costos unitarios se reducen sustancialmente.
¿Implica esto un cambio para todos?
Sí… pero con matices. Si bien el escenario es prometedor, su éxito dependerá de varios factores:
- Que los reguladores y la infraestructura financiera se adapten para que nuevas plataformas operen de forma segura y eficiente.
- Que las empresas mexicanas —desde startups de tecnología hasta manufacturas regionales— logren adoptar estos nuevos modelos de pago y liquidez.
- Que los beneficios no queden solo en los grandes actores del mercado, sino que lleguen a las pequeñas y medianas empresas, y finalmente a quienes emprenden desde regiones del país.
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En resumen: México tiene por delante una coyuntura que puede catapultar su economía digital, exportadora y emprendedora. Pero para eso necesita que el dinero no solo llegue… sino que fluya sin trabas.
