México de rodillas: la sumisión del gobierno ante las imposiciones de Trump

El gobierno mexicano ha demostrado, una vez más, su incapacidad para plantarle cara a Estados Unidos. La administración actual, sumida en escándalos de corrupción y señalada por su inaceptable colusión con el crimen organizado, ha convertido al país en un socio dócil, listo para aceptar cualquier imposición de Washington.

Guillermo Aguilera L.

La más reciente amenaza arancelaria de Donald Trump no ha encontrado una resistencia digna en Palacio Nacional, sino una reacción tibia y complaciente que confirma lo que muchos han advertido: el gobierno mexicano no defiende los intereses de su pueblo, sino los de sus propios grupos de poder y sus oscuros aliados.

Gobierno débil y sin estrategia

Desde el retorno de Trump a la arena política con su retórica agresiva, el gobierno mexicano ha demostrado estar sin rumbo. En lugar de trazar una estrategia seria para proteger su economía, la respuesta ha sido la misma de siempre: discursos vacíos, justificaciones ridículas y, sobre todo, sumisión.

Trump amenaza con imponer un arancel del 25% a las exportaciones mexicanas si el gobierno no colabora más en la lucha contra la migración y el narcotráfico. Y aunque esto representa un golpe brutal para la economía nacional, la reacción del gobierno ha sido patética: en lugar de cuestionar la legalidad de la medida o movilizar apoyos internacionales, han optado por el servilismo y la obediencia.

El mensaje es claro: México no tiene una estrategia de soberanía económica ni diplomática. Se ha convertido en un simple ejecutor de los caprichos del vecino del norte.

Razón de la sumisión

Pero esta debilidad no es casualidad. No se trata sólo de un gobierno incompetente, sino de uno que pactaso con los peores enemigos de su propio pueblo: los cárteles del narcotráfico.

Las acusaciones de la inaceptable colusión del gobierno con el crimen organizado ya no pueden ser ignoradas. Los grupos criminales han dejado de ser meros actores ilegales para convertirse en verdaderos poderes fácticos que determinan decisiones de seguridad, economía e incluso política exterior.

Trump exige mayor colaboración en la lucha contra el narcotráfico, pero ¿cómo podría México responder con firmeza cuando el propio gobierno ha sido señalado de proteger a los cárteles? ¿Cómo podría tomar represalias cuando sus fuerzas de seguridad han sido infiltradas y su aparato judicial está paralizado por la corrupción?

El miedo de México a enfrentar a Estados Unidos no proviene de una supuesta prudencia diplomática. Proviene del hecho de que aceptar las condiciones de Trump significa exponer la podredumbre interna del gobierno. Significa tener que actuar contra el crimen organizado cuando buena parte de su estructura de poder depende precisamente de esas alianzas ilícitas.

El costo de la sumisión

Si el gobierno mexicano sigue en esta línea de rendición, las consecuencias serán devastadoras. El arancel del 25% golpearía brutalmente la economía, provocando el cierre de empresas, despidos masivos y una devaluación inminente del peso.

Pero lo peor no es la crisis económica, sino la total pérdida de soberanía. México no solo está permitiendo que Trump dicte su política comercial, sino que está aceptando su narrativa sobre la lucha contra el narcotráfico. Cada concesión que se hace no es solo una derrota política, sino la confirmación de que el país es visto como un estado fallido que necesita ser supervisado desde el extranjero.

La historia nos ha enseñado que los gobiernos que ceden a las presiones externas sin resistencia terminan destruidos. Y si México sigue actuando como un títere de Washington, el futuro que le espera no será el de una nación fuerte e independiente, sino el de un país sometido, sin dignidad y, peor aún, sin esperanza.

¿México digno o arrodillado?

El gobierno mexicano aún está a tiempo de cambiar el rumbo, pero para ello tendría que romper con su complicidad con el crimen organizado y demostrar que tiene el valor de defender al país.

La pregunta es: ¿realmente está dispuesto a hacerlo?

Si la respuesta es no, entonces México seguirá siendo lo que Trump quiere: un vecino débil, sin voz, sin peso y sin futuro.