
Aunque populares, las bebidas energéticas pueden afectar el corazón, aumentar la presión arterial y generar dependencia, especialmente en personas con condiciones ocultas.
No es raro ver a jóvenes y adultos llegar a casa con una bebida energética en mano. Prometen vigor y concentración, pero detrás de sus etiquetas llamativas, estas bebidas contienen una combinación de sustancias que pueden alterar significativamente el funcionamiento del cuerpo, especialmente del corazón.
Según el doctor Michael Ackerman, especialista en Cardiología del Mayo Clinic, las bebidas energéticas se encuentran en una especie de “tierra de nadie” regulatoria. No están clasificadas ni como alimento ni como medicamento por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), sino como suplementos, lo que las deja fuera de un control riguroso. En México, las bebidas energéticas están reguladas por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), pero no como medicamentos ni como suplementos alimenticios, sino bajo la categoría de bebidas no alcohólicas adicionadas con cafeína y otros estimulantes. Desde 2010, Cofepris prohíbe su venta en escuelas y ha establecido límites en el etiquetado y la publicidad. Además, la Norma Oficial Mexicana NOM-218-SSA1-2011 establece los requisitos sanitarios para su producción, comercialización y etiquetado, incluyendo advertencias sobre su consumo en menores de edad, mujeres embarazadas y personas sensibles a la cafeína.
Estas bebidas contienen ingredientes estimulantes como cafeína, taurina y guaraná, que afectan el ritmo cardíaco, la presión arterial e incluso el sistema eléctrico del corazón. Para la mayoría de las personas con un corazón sano, estos efectos no suelen representar un problema grave. Pero en quienes tienen enfermedades cardíacas genéticas —muchas veces no diagnosticadas— el riesgo puede ser real.
Enfermedades como la miocardiopatía hipertrófica, el síndrome de QT largo o ciertas arritmias genéticas están presentes en aproximadamente 1 de cada 200 personas. En estos casos, el consumo de bebidas energéticas puede desencadenar eventos graves, incluso fatales.
Además del corazón, también existe un posible riesgo de accidente cerebrovascular debido a la contracción de los vasos sanguíneos inducida por los componentes estimulantes. Y no se puede ignorar la dependencia que pueden generar: si no puedes pasar tres días sin una de estas bebidas, probablemente ya estés experimentando una forma de adicción a la cafeína.
La dosis segura de cafeína para adultos es de hasta 400 mg al día, pero muchas bebidas energéticas contienen más de la mitad de esta cantidad en una sola lata. Para adolescentes de entre 12 y 18 años, la recomendación es no superar los 100 mg diarios, cifra que fácilmente se rebasa con apenas una porción.
Finalmente, el valor nutricional de las bebidas energéticas es escaso. Escuchar al cuerpo es clave: ¿te sientes tembloroso?, ¿sufres insomnio?, ¿notas irritabilidad si no las consumes? Quizá sea momento de considerar alternativas más seguras como el café o el té, y conversar con un profesional de la salud sobre su impacto, especialmente si se consumen con frecuencia o se está bajo algún tratamiento médico.