El Museo del Palacio de Bellas Artes celebra la grandeza artística de Flor Garduño con la exposición “Flor Garduño. Senderos de vida”, una muestra que no solo destaca su prolífica carrera sino también las influencias que han moldeado su visión única. Disponible del 7 de marzo al 2 de junio, esta exposición brinda al público la oportunidad de sumergirse en la obra de una fotógrafa cuya técnica y sensibilidad han trascendido las fronteras de México para ganar reconocimiento global.
Nacida en México en 1957, Garduño encontró en la Antigua Academia de San Carlos de la UNAM un espacio de crecimiento y exploración artística. La figura de Kati Horna, una de sus maestras, jugó un papel crucial en su formación; la fuerte personalidad de Horna y el carácter mágico y expresivo de su fotografía dejaron una huella indeleble en la joven estudiante. Este encuentro no solo marcó el inicio de su pasión por la fotografía sino que también definió el camino que Flor seguiría en su desarrollo artístico.
La técnica fotográfica de Garduño se enriqueció a través de diversos métodos y enfoques. Su dominio de procesos de impresión sofisticados, como el paladio platino y la impresión en plata sobre gelatina, le permitió crear obras con una calidad y textura excepcionales. Además, su experiencia trabajando en la cámara oscura de Manuel Álvarez Bravo, uno de los fotógrafos más emblemáticos de México, profundizó su comprensión del arte fotográfico y afinó su habilidad para capturar la esencia de sus sujetos.
La exposición “Senderos de vida” es una celebración de la jornada artística de Flor Garduño, presentando no solo su habilidad técnica sino también su capacidad para tejer narrativas visuales que hablan de tradición, naturaleza, y la condición humana. Con una selección de 114 fotografías y 32 joyas, el Museo del Palacio de Bellas Artes invita a los visitantes a explorar los diversos géneros que Garduño ha abordado, desde el documental hasta el bodegón, cada uno permeado por una estética onírica y profundamente simbólica.
Esta retrospectiva es un testimonio del legado de Flor Garduño en el mundo del arte, y una oportunidad imperdible para apreciar la profundidad y belleza de su trabajo, enriquecido por su formación, sus maestros y su incansable exploración de las posibilidades expresivas de la fotografía.