El dolor del miembro fantasma aqueja a la mayoría de amputados, pero en México sigue sin visibilidad ni estadísticas.
El dolor que no cesa
Cuando Yao Díaz, paratleta mexicana, recuerda aquel “torcer” de tobillo inexistente, habla de experiencias que desde antes no imaginó. Tras su reamputación, empezó a vivir sensaciones dolorosas profundísimas en lo que ya no existía. “Había descargas eléctricas, movimientos involuntarios, comezón insoportable… el mismísimo muñón terminaba con un dolor abismal”, relata.
Estas manifestaciones forman parte del fenómeno llamado dolor del miembro fantasma: el paciente siente presión, ardor, punzadas o incluso movimiento en una extremidad amputada. No es solo una curiosidad neurológica, sino un tormento real que compromete calidad de vida.
¿Cuán frecuente es este dolor?
La literatura médica señala que el dolor fantasma puede afectar a un porcentaje muy alto de quienes han sufrido una amputación. Un metaanálisis estima que alrededor del 64 % de los amputados experimentan dolor fantasma (PLP). Otros estudios más conservadores mencionan que en promedio seis de cada diez pacientes refieren ese tipo de dolor.
Del mismo modo, una revisión reciente encontró una prevalencia combinada de dolor postamputación (incluyendo dolor fantasma) del 53 % (IC 95 %: 40-66 %). Esa variabilidad se debe al diseño de los estudios, diferencias entre países y tipo de amputación.
Aunque estos porcentajes provienen de estudios internacionales, en México apenas existen registros oficiales que cuantifiquen cuántas personas padecen este dolor.
Mecanismos del dolor fantasma: más que “fantasmas”
El dolor del miembro fantasma es considerado un dolor neuropático: resulta de alteraciones en el sistema nervioso, no de una lesión local. Entre las teorías aceptadas:
- Tras la amputación, los nervios del muñón pueden formar neuromas (bolsas de fibras nerviosas sensibles), que generan actividad errática.
- En el sistema nervioso central, ocurren reorganizaciones corticales (plasticidad) mal adaptadas: zonas cerebrales vecinas pueden “invadir” el mapa que representaba la extremidad perdida.
- Desequilibrios entre señales aferentes y eferentes provocan conflictos sensoriales.
Estas dinámicas pueden volverse autosostenibles, generando un dolor persistente que trasciende la lesión física.
Un problema estructural: el dolor crónico invisible
A escala global, entre el 25 y 29 % de la población sufre dolor crónico (no necesariamente amputados). Pero en México no hay cifras confiables del impacto del dolor en general ni del dolor fantasma en particular.
Esa carencia —y el estigma social hacia “dolores que no se ven”— dificulta el reconocimiento clínico. Muchos pacientes no hablan del dolor, y algunos médicos confunden este tipo con dolor residual del muñón, sin diferenciar su naturaleza neurológica.
Para Rubén Trejo Fuentes, algólogo y miembro de la Asociación Mexicana para el Estudio del Dolor, el dolor fantasma “va acompañado de ansiedad, depresión, insomnio, abandono de prótesis y discapacidad laboral”. Esa combinación agrava el sufrimiento más allá de lo físico.
Además, la atención al dolor en México es un reto institucional: un estudio reciente advierte que la terapéutica intervencionista para el dolor requiere urgencia técnica, regulatoria y de accesibilidad.
La Association México para el Estudio y Tratamiento del Dolor (AMETD) está afiliada al capítulo mexicano de la International Association for the Study of Pain. Aun así, hacer visible el dolor fantasma dentro del sistema de salud es una batalla pendiente.
Tratamientos y desafíos clínicos
El manejo del dolor fantasma exige un enfoque multidisciplinario. Las opciones actuales incluyen:
- Rehabilitación local del muñón (estimulación, cuidados del tejido).
- Terapia espejo o espejo visual (mirar el reflejo del miembro sano para “engañar” al cerebr.o)
- Fármacos neuromoduladores como antidepresivos, anticonvulsivos, opioides y agentes tópicos.
- Procedimientos intervencionistas (bloqueos de nervios periféricos, estimulación de médula espinal, cirugía cerebral en casos severos).
- Apoyo psicológico, terapias cognitivo-conductuales y manejo emocional.
No hay un protocolo universalmente eficaz; cada paciente responde distinto. El reto para el médico está en tratar no solo el dolor, sino también las pérdidas físicas, emocionales y sociales que conlleva la amputación.
La innovación médica también ofrece esperanzas. Recientemente, un estudio preliminar en la Universidad de California sugiere que el psilocibina (compuesto psicodélico) podría aliviar el dolor fantasma en algunos casos. Aunque es prometedor, aún debe validarse con más ensayos clínicos.
En deportes adaptados, rehabilitación avanzada y tecnologías protésicas más pintadas pueden reducir el impacto del dolor en la funcionalidad diaria.
El derecho al alivio del dolor: una meta ética y sanitaria
El alivio del dolor figura como derecho humano desde el año 2000 en la interpretación contemporánea de la Carta de Derechos Humanos. Sin embargo, que sea derecho no significa que esté garantizado en la práctica.
Para que el derecho al alivio del dolor sea efectivo:
- Deben generarse datos nacionales confiables sobre dolor crónico y dolor fantasma.
- Debe capacitarse al personal médico en diagnosticar y tratar dolores neuropáticos complejos.
- Las terapias (farmacológicas, intervencionistas, psicológicas) deben estar disponibles y accesibles.
- Los servicios de salud deben contemplar acompañamiento psicológico y rehabilitación social.
Mientras tanto, la voz de pacientes como Yao Díaz ayuda a romper el silencio: “me sorprendió descubrir que mi cuerpo me decía que mi tobillo seguía ahí… y me dolía”. Mostrar esas voces es un paso para exigir políticas que garanticen el alivio del dolor como un derecho práctico, no simbólico.
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