
Hasta 30% de los abortos espontáneos tienen origen en la mala calidad del semen, influida por dieta, estilo de vida y salud genética del esperma.
La fertilidad también es cosa de ellos
Durante mucho tiempo, los abortos espontáneos se consideraron un problema exclusivo del cuerpo femenino. Hoy, la ciencia médica y reproductiva da un giro a esa creencia: la calidad del esperma influye directamente no sólo en la capacidad de concebir, sino también en que el embarazo progrese con éxito. De hecho, hasta 30% de los abortos espontáneos están relacionados con alteraciones en los espermatozoides.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la calidad seminal se mide por tres factores principales: concentración (cantidad), motilidad (movimiento) y morfología (forma). Si uno o más de estos parámetros está alterado —como sucede cada vez con más frecuencia—, la fecundación puede no ocurrir, o bien, el embarazo puede interrumpirse en etapas tempranas.
La nutrióloga Priscilla Soler, especializada en salud hormonal de la pareja, lo explica con claridad: “Cuando un esperma presenta daño en el ADN sí puede fecundar un óvulo, pero el embrión no será viable. Esto eleva el riesgo de abortos en el primer trimestre”. Y añade: “El esperma transporta la mitad de la información genética del futuro bebé, por lo tanto, su integridad es fundamental”.
Entre los principales factores que deterioran la calidad espermática están el sedentarismo, el sobrepeso, el estrés crónico, el tabaco, el alcohol y una dieta rica en ultraprocesados. Estos hábitos provocan un estado de estrés oxidativo que afecta directamente la producción y forma de los espermatozoides.
Por fortuna, el panorama puede mejorar con una intervención oportuna: “El esperma se regenera cada 74 días, por eso, tres meses de una buena alimentación y estilo de vida consciente pueden marcar una gran diferencia”, afirma Soler.
Ella sugiere que los futuros padres integren en su dieta alimentos ricos en antioxidantes, omega 3, zinc, selenio y vitaminas del complejo B. También es clave evitar contaminantes, descansar bien y mantenerse en un peso saludable.
Finalmente, concebir un hijo sano no sólo depende de la salud del útero o del óvulo. También comienza en la calidad del esperma. La fertilidad es cosa de dos.